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miércoles, 27 de julio de 2011

IMPUNIDAD EN EL METRO


INFORMACIÓN EXTRAIDA DE Lavanguardia.com | 13/07/2011 El vigilante de seguridad de PROSEGUR observa el vestíbulo de la estación de metro de Drassanes, al final de la Rambla de Barcelona. Con los brazos en jarras, estresado. Es un punto caliente. "Ahora toca que lleguen un montón de cruceristas –agrega lleno de resignación–. Los carteristas les estarán esperando. Están a punto de llegar. Saben cuáles son las mejores horas para actuar. Este verano se ha convertido en un infierno. Nunca había visto tantos ladrones en el metro". Cada día más burdos, más violentos y descarados. Más organizados y, sobre todo, más impunes. Una multitud de grupos criminales de carteristas, de mafias, están haciendo de los subterráneos su coto privado de caza.

"Saben que sólo los podemos echar de la estación –continúa el vigilante, como un soldado ante la inminente batalla–. Saben que yo sólo puedo sacar la porra en circunstancias muy especiales. Nos insultan, nos llaman mileuristas, nos preguntan cuánto ganamos, nos dicen entre risas que ellos se sacan eso en un día... A veces nos enseñan el billete de transporte y dicen que no se van... o nos hacen caso y a los pocos minutos regresan a la misma estación entrando por otra puerta. Hasta nos amenazan con ponernos una reclamación".

Ya no se ven con tanta facilidad en el metro aquellas gitanas rumanas con cola de caballo. Esas mujeres ya se especializaron el verano pasado en los turistas de Montjuïc, en fingir que forman parte de una oenegé de sordomudas para aprovechar cualquier descuido de los visitantes para meter la mano en su bolso. Ahora, coinciden muchos trabajadores del metro, los nuevos carteristas llevan descomunales gafas de sol, camisetas festivas, bermudas de turista... Como si trataran de disfrazarse del estereotipo de visitante italiano hortera y macarra. Sus técnicas son cada vez más agresivas. Cada vez menos disimuladas. La más habitual este verano consiste en, entre media docena de delincuentes, rodear a la víctima y tratar de robarle al descuido, aprovechando una aglomeración frente a las máquinas expendedoras de billetes de transporte, en los andenes de las estaciones más concurridas, en las escaleras mecánicas... Entonces un delincuente pulsa el botón de stop y su compinche se echa encima de su objetivo. Hasta se disculpa por ese empujón tan tonto.

Otra novedad: los ladrones se fijan en el número secreto de las tarjetas que los viajeros teclean para comprar los abonos en las máquinas. Luego los siguen pacientemente. Después las carteras corren de mano en mano rápidamente. Son grupos organizados, cada uno tiene un papel bien definido. Quienes sustraen las carteras nunca llevan nada encima que los incrimine. Si uno de ellos es sorprendido con las manos en la masa por su propia víctima, la respuesta más usual es el insulto y la intimidación. O el forcejeo. Hace un año lo normal era que tratara de escabullirse haciéndose el tonto. Un grupo de obesos calvos que actúan en Passeig de Gràcia son conocidos entre los trabajadores del metro por su agresividad y violencia. La sutilidad pertenece al pasado...


Los vigilantes del metro de Barcelona denuncian las amenazas y agresiones de los carteristas



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